Los hábitos de vida poco saludables, como una dieta deficiente, la falta de ejercicio, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el estrés crónico, pueden contribuir a la disfunción eréctil. Estos factores alteran el flujo sanguíneo, desequilibran las hormonas y dañan los sistemas vascular y nervioso, lo que reduce el rendimiento sexual y aumenta el riesgo de impotencia.
La importancia de un estilo de vida saludable suele quedar relegada a un segundo plano por los trabajos exigentes, las constantes distracciones digitales y las interminables listas de tareas pendientes. Muchas personas se encuentran en piloto automático, comiendo comida rápida, saltándose los entrenamientos y quemando las pestañas. Si bien son bien conocidos los efectos físicos de este estilo de vida agitado (aumento de peso, fatiga, hipertensión arterial), hay una consecuencia que no recibe la atención que merece. Esta consecuencia silenciosa de los malos hábitos de vida es la disfunción eréctil (DE).
A menudo descartada como un problema puramente médico o relacionado con la edad, la DE se reconoce cada vez más como un síntoma de desequilibrios más profundos en el estilo de vida. Una dieta deficiente, la falta de ejercicio, el estrés crónico y otros malos hábitos diarios pueden minar silenciosamente la sexualidad de un hombre. La DE no solo es frustrante, sino que puede ser una señal de alarma del cuerpo que indica que algo va mal. Más allá del dormitorio, la incapacidad para tener relaciones sexuales puede minar la autoestima, tensar o arruinar las relaciones íntimas y provocar ansiedad o depresión.
A medida que más investigaciones arrojan luz sobre las causas de la DE, un mensaje se hace cada vez más claro: los malos hábitos de vida son uno de los principales factores que contribuyen a ella. Pero las consecuencias rara vez aparecen de la noche a la mañana. En cambio, el daño se acumula gradualmente, comenzando con hábitos que parecen inofensivos en la juventud (comida rápida frecuente, días sedentarios, trasnochar, consumo social de alcohol) y empeorando con el tiempo. Lo que más importa es la gravedad y la regularidad de estos malos hábitos. Un capricho puntual no causará un daño duradero, pero años de malas decisiones sin duda socavarán los sistemas que sustentan la función sexual saludable, especialmente la circulación, la regulación hormonal y la respuesta nerviosa.
Uno de los comportamientos más perjudiciales es fumar, ya que restringe gravemente el flujo sanguíneo. La relación entre el tabaquismo y la disfunción eréctil es innegable. Como señalan los investigadores en Sexual Medicine Reviews, un metaanálisis de 2018 de 62 estudios poblacionales (223 tamaños del efecto, 240 882 hombres) encontró que, en estudios que controlaban factores de confusión importantes (por ejemplo, la edad y la vida saludable), el tabaquismo era un factor de riesgo independiente importante para la DE [1]. De hecho, los fumadores habituales tienen hasta un 60 % más de probabilidades de desarrollar DE que los no fumadores.
El consumo excesivo de alcohol es otro factor considerable. No hay duda de que el alcohol y la disfunción eréctil van de la mano. El alcohol actúa como un depresivo del sistema nervioso y altera el equilibrio hormonal, especialmente la testosterona, que es crucial para la libido y el rendimiento. Según una revisión exhaustiva publicada en la revista International Journal of Advances in Medicine, se reclutó a un total de 50 hombres hospitalizados con dependencia del alcohol para este estudio y la prevalencia de disfunción sexual notificada por los sujetos fue del 72 % [2].
La falta de ejercicio también pasa factura. Un estilo de vida sedentario conduce a una mala salud cardiovascular, un aumento de la grasa corporal y niveles más bajos de testosterona, todo lo cual afecta directamente a la función eréctil. Un informe de 2006 del Harvard Health Professionals Follow-up Study, en el que participaron 22 086 hombres de entre 40 y 75 años que completaron cuestionarios periódicos sobre su salud durante 14 años, afirma claramente que la actividad física se asociaba con un menor riesgo de disfunción eréctil [3]. Pero hay que tener cuidado con los deportes, especialmente con el culturismo, donde el abuso de esteroides puede empeorar los problemas de erección.
Estrechamente relacionada con esta lista está la mala alimentación. Una dieta rica en azúcar, sal y alimentos procesados contribuye a la obesidad, la diabetes y la hipertensión arterial, todos ellos factores de riesgo importantes para la DE. Un estudio publicado en JAMA Network confirma que el cumplimiento de unos hábitos alimenticios saludables se asociaba con un menor riesgo de disfunción eréctil, lo que sugiere que unos hábitos alimenticios saludables pueden desempeñar un papel importante en el mantenimiento de la salud eréctil [4], lo que pone de relieve la influencia de los hábitos alimenticios en la salud sexual. Por lo tanto, otro factor relevante a tener en cuenta cuando se trata de la DE es la dieta.
El estrés, la ansiedad y la disfunción eréctil son otra combinación problemática, en la que el estrés crónico y la ansiedad alteran el equilibrio hormonal y psicológico necesario para la erección y la excitación. El estrés prolongado aumenta los niveles de cortisol [5], que inhiben las hormonas sexuales, y la falta de sueño merma la energía, el estado de ánimo y la testosterona. Ambos se alimentan mutuamente, creando un ciclo de agotamiento y disfunción física.
También cabe señalar que ciertos medicamentos recetados pueden contribuir a la denominada disfunción eréctil inducida por fármacos. Entre los culpables más comunes se encuentran los medicamentos para la hipertensión, la depresión, la ansiedad e incluso algunos antihistamínicos, que pueden afectar al rendimiento sexual al influir en el flujo sanguíneo, los niveles hormonales o la señalización nerviosa [6]. Aunque estos efectos varían de una persona a otra, cualquier aparición repentina de DE tras comenzar un nuevo tratamiento con medicamentos debe consultarse con un profesional sanitario para descartar causas relacionadas con los fármacos.
Está claro que estos factores relacionados con el estilo de vida no solo afectan al rendimiento sexual, sino que configuran toda la infraestructura fisiológica que lo sustenta. Cuanto más tiempo persistan estos hábitos, más arraigado será el daño, lo que hará que los trastornos de la erección sean más difíciles de revertir sin cambios serios y sostenidos en el estilo de vida.
La buena noticia sobre la DE es que, a menudo, no solo se puede prevenir, sino también revertir. Dado que la DE está tan estrechamente relacionada con factores del estilo de vida como la mala circulación, los desequilibrios hormonales, la obesidad y el estrés crónico, la mejora constante de los hábitos diarios puede conducir a una recuperación significativa, especialmente si se detecta a tiempo.
Un estilo de vida más saludable puede reducir significativamente el riesgo de impotencia y, en algunos casos, ayudar a revertir sus síntomas. Los siguientes cambios en el estilo de vida basados en la evidencia promueven una mejor salud sexual y un bienestar general. Hacer estos cambios en el estilo de vida puede prevenir y posiblemente revertir la disfunción eréctil, al tiempo que mejora la salud general y la calidad de vida.
Es recomendable consultar a un profesional de la salud antes de realizar cualquier cambio significativo, especialmente si se padece una afección médica subyacente. Dar pequeños pasos constantes hacia un estilo de vida más saludable puede conducir a mejoras significativas en la salud sexual y la confianza.
El camino hacia la reversión comienza con los mismos principios básicos, pero requiere un compromiso sostenido. Para muchos hombres, la pérdida gradual de peso, dejar de fumar o incluso caminar 30 minutos al día puede conducir a mejoras notables en el rendimiento sexual en cuestión de meses. Sin embargo, los cambios en el estilo de vida pueden no producir resultados inmediatos o pueden no ser suficientes por sí solos. En estos casos, existen tratamientos médicos que a menudo se utilizan en combinación con cambios en el estilo de vida.
El sildenafilo (Kamagra), el tadalafilo (Vidalista) y el vardenafilo (Valif) pertenecen a la misma familia de fármacos llamados inhibidores de la PDE5. Estos inhibidores de la PDE5 son las estrategias actuales más eficaces, sin necesidad de dispositivos, para los casos leves a moderados de DE, además de las terapias de inyección intracavernosa [7]. El sildenafilo suele empezar a actuar en un plazo de 30 a 60 minutos y su efecto dura entre 4 y 6 horas. Es mejor tomarlo con el estómago vacío, ya que las comidas ricas en grasas pueden retrasar sus efectos. El vardenafil funciona de manera similar en cuanto a la aparición y la duración, pero puede actuar un poco más rápido en algunos hombres y se ve ligeramente menos afectado por los alimentos. El tadalafil, por otro lado, es conocido por sus efectos duraderos, ya que actúa en tan solo 30 minutos y sigue siendo eficaz hasta 36 horas. Se puede tomar con o sin comida, lo que lo convierte en una opción más flexible para aquellos que prefieren ser espontáneos.
A la hora de elegir entre estos estimulantes eréctiles, tenga en cuenta su horario, la rapidez con la que desea que actúe el medicamento y cuánto tiempo desea que dure su efecto. Para encuentros planificados, el sildenafil o el vardenafil pueden ser ideales. Pero si prefiere mantener las cosas relajadas y sin planificar, el tadalafil puede ser una mejor opción.
La disfunción eréctil puede parecer una lucha profundamente personal y aislante, pero a menudo es un síntoma de problemas de salud más amplios, muchos de los cuales están bajo su control. La mejora de la función sexual y eréctil en los hombres debe añadirse a la creciente lista de beneficios clínicos de un estilo de vida saludable en los seres humanos [8]. La forma más eficaz de combatir la disfunción eréctil es mediante una combinación de cambios en el estilo de vida saludable y, si es necesario, el apoyo médico adecuado. Dar prioridad a una dieta equilibrada, al ejercicio regular, a un sueño de calidad y a la reducción del estrés no solo mejorará la función eréctil, sino que también fortalecerá la salud cardíaca, aumentará la energía y mejorará la calidad de vida en general.
Para aquellos que ya tienen problemas de erección, el camino hacia la recuperación es totalmente posible. Y si los cambios en el estilo de vida por sí solos no son suficientes, existen tratamientos médicos probados para la DE, como el sildenafilo, el vardenafilo o el tadalafilo, que pueden proporcionar un apoyo fiable, especialmente cuando se combinan con esfuerzos continuos para construir una base más saludable.
La prevención comienza con la concienciación y la acción. Una dieta equilibrada y rica en nutrientes (como la mediterránea o la vegetariana), la actividad física regular, un sueño adecuado, la reducción del estrés y la limitación del consumo de tabaco y alcohol son la base de la salud sexual a largo plazo. Estos hábitos favorecen la función cardiovascular, mantienen niveles saludables de testosterona y reducen la inflamación, todos ellos elementos esenciales para unas erecciones fuertes y fiables.
La disfunción eréctil no es solo un problema físico. Es una llamada de atención para cuidar mejor de su cuerpo y su mente. Con compromiso, conocimientos y las herramientas adecuadas, puede recuperar la confianza, fortalecer sus relaciones y recuperar el control de su salud sexual.
|
|
|